miércoles, 29 de julio de 2020

¿El fin de las ciudades?


Pensarán que no hay relación posible entre las ciudades y la tierra como material de construcción, pero sí que la hay. Fundamentalmente, las primeras ciudades se construyeron con tierra. Nada más y nada menos. Pero no es ese el tema que nos inspira esta reflexión. Como decía Chueca Goitía, las ciudades son insustituibles. No puede concebirse nuestra civilización sin ciudades. Los pronósticos que buscan anticipar la desaparición o la destrucción de las ciudades son recurrentes y aparecen en momentos de cambios acelerados, tal como afirma Jordi Borja.

En este momento estamos inmersos en una gran crisis. Ver con claridad en una situación así es difícil. Los vendedores de catástrofes salen a recolectar incautos. Nosotros recomendamos mirar en la historia. Las ciudades han dado origen a la humanidad que conocemos, han estado siempre, acompañando a la sociedad en cada crisis, transformándose a medida que los humanos nos transformamos también. Pensar que la ciudad es un objeto que puede cancelarse sin consecuencias es desconocer nuestro pasado y nuestro origen. Con tierra se construyeron las primeras ciudades. Es más, todavía hay ciudades de tierra. Entonces, ¿por qué no puede haberlas en el futuro?

Pero la crisis de las ciudades no se queda en los catastrofistas y los incautos. Se prevé un nuevo éxodo desde las ciudades más grandes hacia ámbitos rurales y semi-rurales. Una de las consecuencias del confinamiento obligatorio y prolongado es que ha acelerado decisiones que estaban dando vueltas en la cabeza de muchas personas desde hace bastante tiempo. Las consultas acerca de inmuebles y terrenos disponibles en algunas localidades turísticas se dispararon luego de la primera mitad de 2020. ¿Qué pasará luego de que cientos o miles de personas se trasladen de las urbes más grandes a ciudades más pequeñas? Podemos esperar impactos negativos para el medio ambiente, más que nada. Pero este será un tema para desarrollar más adelante.

Por ahora los invitamos a mirar este video en el que hablamos un poco más acerca de la importancia de las ciudades.

jueves, 16 de julio de 2020

Malas prácticas

Desprendiendo más de 100 m² de revoque de tierra mal aplicado en una obra en algún lugar de Argentina

¿Puede cualquier persona construir con tierra? Construir, ¿es una actividad que realmente puede llevar a cabo cualquiera, sin un conocimiento previo? Este es otro de los mitos que circulan con fuerza dentro del ámbito de la arquitectura de tierra y que ha llevado a no pocas decepciones a más de un incauto que, luego de invertir importantes cantidades de dinero en talleres y capacitaciones, se siente lo suficientemente confiado como para llevar adelante una obra ante la que se termina viendo superado. También hay numerosos casos de malas prácticas constructivas debido al exceso de confianza inspirado por frases como “el barro no es ninguna ciencia” y similares.

Se reconoce como un mérito la gran difusión que ha alcanzado la tierra como material de construcción gracias a muchos de estos talleres organizados en ámbitos informales pero también hay que destacar la euforia con la que muchos egresan debido a las expectativas que se generan con frases como las antes citadas, donde se desdeña el rol profesional y técnico, donde también se alienta la relatividad en detrimento de la precisión y donde se fomenta la autoconstrucción sin más supervisión que la intuición y la transmisión por ósmosis de los saberes ancestrales. Intentar razonar con personas cuya primera aproximación a la tierra como material de construcción han sido estos espacios se convierte en algo difícil ya que toman como incuestionable el discurso emocional con el que se dejaron envolver.


En este sentido, ayuda a aclarar lo que sucede en estas situaciones el llamado “Efecto Dunning-Kruger” a través de un gráfico donde se ubican dos ejes perpendiculares. En el eje horizontal se ubica la “experticia” mientras que en el eje vertical, la “confianza”. Es de esperar que en cualquier individuo la confianza vaya en aumento a medida que el conocimiento adquirido lo acerca al nivel experto. Pero no sucede así con las personas de baja habilidad, puesto que no tienen la capacidad para reconocer sus propias limitaciones. Sabiendo muy poco, tienen muchísima confianza. En el mejor de los casos, la confianza baja a medida que se va descubriendo que hay conocimiento por explorar, subiendo más adelante, a medida que se acerca al nivel experto. Pero quienes tienen un pobre autoconocimiento sobreestiman sus capacidades por lo que terminan considerando que alcanza un tiempo corto para dominar el tema y poder hacerse la casa prescindiendo de cualquier tipo de supervisión. Así es como surgen, luego de un par de capacitaciones, especialistas en construcción natural y, como dice la arquitecta Guillén Valenzuela, expertos instantáneos.

¿Harías un curso donde te enseñen a extraer el apéndice en dos días? ¿Aceptarías que el juicio que necesitás ganar sea llevado adelante por alguien que realizó dos o tres talleres en fines de semana? ¿Dejarías que te extraiga una muela alguien que haya hecho una capacitación de 15 días? Por algún extraño motivo muchas personas que llegan a contestar con un “no” rotundo cualquiera de estas tres preguntas piensan que, en cambio, sí pueden hacerse la casa después de algunas capacitaciones o talleres. Este tipo de formaciones, como se mencionó antes, han sido verdaderamente útiles para dar a conocer un tema poco conocido como es el de la tierra como material de construcción. La experiencia sensorial con los distintos tipos de suelos es fundamental para aprender a manejarlos en obra. Por eso siempre será útil experimentar con revoques, pinturas y herramientas de trabajo para entender realmente la experiencia de construir. Y este es el objetivo real de estos talleres.

No puede pretenderse que luego de atender a varias capacitaciones, una periodista, un cocinero o un músico estén en condiciones de levantarse su propia casa ni mucho menos de ejecutar una vivienda por encargo. Construir una vivienda es un proceso complejo que acarrea un largo listado de tareas y de responsabilidades. Quienes se encargan de hacerlo suelen ser personas idóneas, con experiencia en el campo de la construcción y con conocimiento acerca de las consecuencias negativas de realizar mal un trabajo. Saber aplicar un revoque de barro con la mano no hace a un constructor.

martes, 7 de julio de 2020

Mal de Chagas y tierra


La tierra como material de construcción carga con varios prejuicios, suponemos, desde el auge de los materiales industrializados. Lo cierto es que para muchos de los ocasionales interlocutores que se materializan desde desconocidas dimensiones y que aparecen firmes en esas tertulias repentinas que surgen alguna vez y que nos llevan a compartir bellos e inolvidables momentos con esos seres que no volveremos a ver nunca más, al escuchar hablar de la tierra cruda susurran, casi siempre, la palabra “rancho”, congelando, casi al mismo tiempo, la mirada como si hubieran visto pasar al demonio.

El rancho es el recuerdo terrible, aún vivo, de nuestro pasado rural e insalubre. Vive, sí, todavía. Subsiste en esos rincones donde la modernidad no ha llegado más que para explotar la naturaleza. Y así es como el rancho, casi siempre hecho de tierra -o de “adobe”, como gustan decir muchos, pensando que adobe y tierra es lo mismo- queda ligado a la pobreza, a lo precario y a la enfermedad. Y hablar de enfermedad y pobreza en un país como Argentina es hablar del Mal de Chagas, una infección con la que el ser humano convive desde hace milenios en esta parte del mundo. ¿Qué otra cosa más podían compartir los países de la América Latina además de su ibérico pasado colonial? Una enfermedad como el Chagas. Desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de la provincia de Córdoba, en Argentina, existen unos insectos, los triatóminos, que viven de chuparle la sangre a aves y a mamíferos. Y cuando entraron en contacto con los seres humanos se encontraron muy a gusto en sus viviendas imperfectas. Durante el día, se ocultan entre las ramas, hojas o en cualquier oquedad que les de abrigo porque es de noche cuando salen a alimentarse, cuando los demás duermen.

Y con esta historia terrible de silencioso vampirismo en miniatura es con la que muchos asocian a la tierra, porque los ranchos infestados de vinchucas están hechos de tierra (de adobe, dicen algunos) y entonces es porque los ranchos están hechos de ese material, y no de otro, que el Chagas prolifera y la gente se enferma. Entonces demuelen los ranchos y levantan viviendas de ladrillo, cemento y hormigón y la gente sigue muriendo de Chagas a pesar de ello. Entonces, ¿tiene que ver la tierra? ¿Es por el adobe que sigue habiendo vinchucas? No. La respuesta a esto es muy larga, hay mucha gente que ha trabajado harto para investigarlo, pero nosotros intentamos explicar que la tierra como material de construcción no es un imán de vinchucas e hicimos este corto video que esperamos puedan disfrutar y les de ánimos para seguir investigando y sabiendo un poco más que esos ocasionales interlocutores que se materializan desde desconocidas dimensiones en esas repentinas tertulias y que nos motivan, por ejemplo, a escribir un texto como este.