jueves, 30 de junio de 2016

Cabina bioclimática

Luego de dictar varios talleres sobre reconocimiento de suelos en una ecoaldea ubicada en una zona semirrural de Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, comenzó a gestarse la idea de materializar una vivienda mínima. Esta nueva vivienda ocuparía un sector más alejado del acceso al predio de casi 2 ha, lugar donde se concentran las cuatro construcciones de tierra cruda ya existentes y a las cuales complementaría.

Uno de los primeros bosquejos: planta y corte.
Las primeras ideas giraron siempre alrededor de formas circulares u ovaladas. El acceso quedaría enfrentado al norte mientras que el techo verde tendría una pendiente hacia el sur, protegiendo la superficie de los muros de la orientación menos favorable. De esta manera, se maximizaba la ganancia solar diurna y se disminuían las pérdidas en época invernal. Las reducidas dimensiones de la vivienda también favorecían un rápido acondicionamiento del interior. Aberturas enfrentadas permitían la ventilación cruzada, atenuando el efecto de las altas temperaturas estivales.
Techo verde y cimientos (izq.). Comenzando con la quincha (der.).
Finalmente, se realizaron algunos ajustes al momento de materializar la obra. La estructura independiente del cerramiento quedaría por fuera de los muros de tierra, lo que haría que el perímetro circular pasara a tener un movimiento que esquivara las columnas. Los muros se ejecutarían con adobes hasta la altura del dintel de la puerta de acceso. Para esto se fabricaron unos moldes para adobes cuadrados, de 20x20x10 cm. Puesto que cada hilada llevaría aproximadamente 130 adobes, se fabricaron casi 2000 para cerrar el primer nivel. Del dintel hacia arriba, la técnica a usar sería la quincha. El espesor total varía según el sector del muro: puede llegar a 30 cm en la planta baja y acercarse a los 25 cm en la planta superior.
Quincha en distintas etapas de ejecución.
La tierra utilizada se extrajo íntegramente del lugar y se la trabajó en dos pisaderos ubicados entre la vivienda nueva y las construcciones existentes. Puesto que se trató de un trabajo comunitario, la vivienda estuvo completa luego de dos años de comenzada y luego de varios talleres en los que se reunían hasta 30 personas.
Extracción de la tierra (izq.) y pisaderos (der.).
La vivienda sólo cuenta con iluminación eléctrica. El resto de los servicios se encuentran en un área común de la aldea. Por esto es que puede hablarse de “cabina” en lugar de vivienda, palabra más frecuente en otros países utilizada al momento de referirse a una construcción de este tipo: reducida superficie y pocos o ningún servicio disponible.
La cabina terminada (izq.) y una imagen reciente (der.).
El piso interior también se ejecutó en tierra. Al exterior se colocaron unas tejas francesas a modo de zócalo protector, lo que previene de posibles problemas debidos a la humedad. Sus actuales ocupantes aseguran que la cabina es fresca en verano y abrigada en invierno, situación debida no sólo a las bondades de la tierra como material de construcción sino también al espesor de los muros y a las estrategias bioclimáticas elegidas. 

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