Luego de dictar varios
talleres sobre reconocimiento de suelos en una ecoaldea ubicada en una zona
semirrural de Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, comenzó a gestarse
la idea de materializar una vivienda mínima. Esta nueva vivienda ocuparía un sector
más alejado del acceso al predio de casi 2 ha, lugar donde se concentran las cuatro
construcciones de tierra cruda ya existentes y a las cuales complementaría.
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Uno de los primeros bosquejos: planta y corte. |
Las primeras ideas giraron siempre alrededor de formas circulares u ovaladas. El acceso
quedaría enfrentado al norte mientras que el techo verde tendría una pendiente
hacia el sur, protegiendo la superficie de los muros de la orientación menos
favorable. De esta manera, se maximizaba la ganancia solar diurna y se
disminuían las pérdidas en época invernal. Las reducidas dimensiones de la
vivienda también favorecían un rápido acondicionamiento del interior. Aberturas
enfrentadas permitían la ventilación cruzada, atenuando el efecto de las altas
temperaturas estivales.