Luego de dictar varios
talleres sobre reconocimiento de suelos en una ecoaldea ubicada en una zona
semirrural de Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, comenzó a gestarse
la idea de materializar una vivienda mínima. Esta nueva vivienda ocuparía un sector
más alejado del acceso al predio de casi 2 ha, lugar donde se concentran las cuatro
construcciones de tierra cruda ya existentes y a las cuales complementaría.
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Uno de los primeros bosquejos: planta y corte. |
Las primeras ideas giraron siempre alrededor de formas circulares u ovaladas. El acceso
quedaría enfrentado al norte mientras que el techo verde tendría una pendiente
hacia el sur, protegiendo la superficie de los muros de la orientación menos
favorable. De esta manera, se maximizaba la ganancia solar diurna y se
disminuían las pérdidas en época invernal. Las reducidas dimensiones de la
vivienda también favorecían un rápido acondicionamiento del interior. Aberturas
enfrentadas permitían la ventilación cruzada, atenuando el efecto de las altas
temperaturas estivales.
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Techo verde y cimientos (izq.). Comenzando con la quincha (der.). |
Finalmente, se realizaron algunos
ajustes al momento de materializar la obra. La estructura independiente del
cerramiento quedaría por fuera de los muros de tierra, lo que haría que el
perímetro circular pasara a tener un movimiento que esquivara las columnas. Los
muros se ejecutarían con adobes hasta la altura del dintel de la puerta de
acceso. Para esto se fabricaron unos moldes para adobes cuadrados, de 20x20x10
cm. Puesto que cada hilada llevaría aproximadamente 130 adobes, se fabricaron
casi 2000 para cerrar el primer nivel. Del dintel hacia arriba, la técnica a
usar sería la quincha. El espesor total varía según el sector del muro: puede
llegar a 30 cm en la planta baja y acercarse a los 25 cm en la planta superior.
La tierra utilizada se
extrajo íntegramente del lugar y se la trabajó en dos pisaderos ubicados entre
la vivienda nueva y las construcciones existentes. Puesto que se trató de un
trabajo comunitario, la vivienda estuvo completa luego de dos años de comenzada
y luego de varios talleres en los que se reunían hasta 30 personas.
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Extracción de la tierra (izq.) y pisaderos (der.). |
La vivienda sólo cuenta
con iluminación eléctrica. El resto de los servicios se encuentran en un área
común de la aldea. Por esto es que puede hablarse de “cabina” en lugar de
vivienda, palabra más frecuente en otros países utilizada al momento de
referirse a una construcción de este tipo: reducida superficie y pocos o ningún
servicio disponible.
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La cabina terminada (izq.) y una imagen reciente (der.). |
El piso interior también
se ejecutó en tierra. Al exterior se colocaron unas tejas francesas a modo de
zócalo protector, lo que previene de posibles problemas debidos a la humedad. Sus
actuales ocupantes aseguran que la cabina es fresca en verano y abrigada en
invierno, situación debida no sólo a las bondades de la tierra como material de
construcción sino también al espesor de los muros y a las estrategias
bioclimáticas elegidas.
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